miércoles, 26 de septiembre de 2012

La dama que enseña el pecho.




La dama que enseña el pecho, 1545.
Jacopo Comin, el Tintoretto.
Museo del Prado, Madrid.
Óleo sobre lienzo.
61 x 55 cm.

Hoy traigo esta preciosa pintura de Jacopo Comin, apodado el Tintoretto, quien nació y murió en Venecia (1518-1594) y se le considera el último gran pintor del renacimiento italiano.

Pertenece a la denominada escuela veneciana, corriente que surgió en Venecia y que es contraria a la otra gran escuela que se desarrolló en Roma y Florencia de la mano de Miguel Ángel, entre otros.

Miguel Ángel (Roma, 1475-1564) y sus seguidores (los antiguos) eran en la Italia del siglo XVI, partidarios de la importancia y el predominio del dibujo en sus obras. Por eso, su escuela se basaba en estudios anatómicos y en dibujos del natural.

Muy al contrario de lo que ocurrió en la alternativa ciudad de Venecia, donde artistas como Giorgione (Venecia, 1477-1510), Tiziano (Venecia, 1477/1490-1576) y Tintoretto (los modernos), basaban su arte en el color.

Para ellos el dibujo era algo secundario, mientras los colores eran capaces de reproducir los ambientes y las atmósferas (como ya hizo Leonardo da Vinci); y así, mediante los tonos claroscuros predominantes en las últimas obras de Tintoretto, se anunciaba ya la entrada del Barroco.


Autoretrato de Tintoretto.


··ooOoo··


Se piensa por un lado, que se trata del retrato de Marietta Robusti (Venecia, 1554-1590), hija del pintor que también se dedicó a este oficio, ganando fama y siendo apodada como la Tintoretta.

Carlo Ridolfi, quien es el único autor contemporáneo que menciona algo de esta pintora en su libro Vitta di Tintoretto (1642), dijo de ella que aprendió a pintar en el taller de su padre, y que le seguía a todas partes vestida de muchacho. 

Para mantenerla cerca de sí, la casó con un orfebre local, Mario Augusta.
Incluso algunos soberanos como Maximiliano II de Austria y Felipe II de España, fascinados por su talento la reclamaron como pintora de cámara, pero su padre no la dejó marchar.

Sin embargo, por ser mujer y como era costumbre entonces, nunca recibió encargos públicos.

Se especializó en pinturas de pequeño formato, principalmente retratos de uso privado; aunque se sabe que colaboró con su padre y él firmaba algunas obras suyas, muy pocas pueden serle atribuidas con seguridad, sólo algunos retratos de damas que hay en el Prado, en especial un autoretrato, pues sólo en una ocasión se encontró su firma M.R. en el retrato Dos hombres, en Dresde.

Marietta murió en 1590 por causas desconocidas, y fue enterrada en la iglesia veneciana de Santa María dell'Orto.


Posible autoretrato de Marietta Robusti (Venecia, 1554-1590), Museo del Prado.


Pero, por el contrario hay quien piensa que se trata de Verónica Franco (Venecia, 1546-1591), una célebre cortigiane oneste, una de las pocas cortesanas cultivadas e intelectuales, opuestas a las cortigiane di lume, que trabajaban en la calle. 

Poseyó una cuidada educación, además de sus logros en el campo de las letras.

Hija de otra cortigiana onesta, Paola Fracassa, Verónica se casó siendo adolescente con Paolo Panizza, un médico acomodado; pero su matrimonio duró muy poco y ella empezó a trabajar como cortesana para hombre ricos, llegando a relacionarse con personajes de gran poder.

Como poetisa, en 1575 publicó Terze Rime y en 1580 Lettere Famigliari a Diversi; además de recopilar obras de otros autores en antologías.

En la década de los setenta, Verónica formaba parte de uno de los más prestigiosos círculos literarios de Venecia, y aún siendo cortesana no ocultó su profesión en estos ambientes.

Además, su casa se convirtió en centro de músicos, filósofos y escritores.

Sus versos tratan sobre la parte sensual y divertida de la vida, y por eso menciona a sus amantes y los momentos vividos con ellos, alejándose estilísticamente del petrarquismo predominante en la época y acercándose más a los tercetos dantescos.

Tuvo seis hijos, de los que sólo sobrevivieron tres.

En 1577 tuvo que defenderse ante la Inquisición que la acusaba de brujería (algo muy común hacia las cortesanas), pero en 1580 quedó absuelta.

También llevó a cabo una labor caritativa como administradora de la Casa del Socorso para las cortesanas de la calle que querían cambiar de vida, y ayudar a las más pobres y a sus hijos.

Después de la muerte de su principal benefactor y al haber abandonado Venecia y perdido sus posesiones tras una epidemia, Verónica murió en 1591 en la pobreza.

Retrato de Verónica Franco, cortesana y poetisa (Venecia, 1546-1591).


Mirando sus retratos podemos observar que podría tratarse de ser cualquiera de ellas.


··ooOoo··



Esta pintura la descubrí hace ya unos tres años, cuando aún cursaba el bachillerato de artes y la profesora de Diseño nos dio a elegir cualquier obra, para realizarla en tres técnicas diferentes: lápices de colores, témperas y mediante collage.

La profesora tenía en el aula infinidad de libros, carteles y postales de muchas obras distintas, pero esta fue la que me enamoró.

Consciente de su dificultad, comencé por la primera técnica, que me llevó muchos más días que a los demás,  quería que me saliera perfecta.


Primera versión de La dama que enseña el pecho, 2009.
 Lápices de colores sobre papel, A3.


Después de entregar los dibujos, la profesora nos comunicó que haría una exposición con nuestros trabajos, debiendo escoger los que mejor hubiesen quedado.

Así, pude exponer (a parte de otros trabajos que enseñaré más adelante) mi versión a lápices de colores de La dama que enseña el pecho.

Pero se me ocurrió una idea, fotocopié el A3 original y me llevé a clase la copia. Mis compañeros y yo empezamos a adornar a la bella cortesana (entonces todos creíamos que se trataba de Verónica Franco), pero al final salió algo tan divertido, que la profesora nos animó a exponerlo también.


Segunda versión de La dama que enseña el pecho, 2009. 
Lápices de colores sobre papel, A3; y marco rojo sobre cartón con témperas.


··ooOoo··





Pero, esta pintura llamó mi atención por varios motivos:

El delicado perfil, finamente recortado sobre un fondo uniforme, que mediante el juego de luces y sombras no hace más que destacar sus femeninos y pálidos rasgos.

El trato de los paños, sus pliegues y transparencias, que parecen insinuar más que ocultar; el blanquísimo tono de la piel noble, aterciopelada.

La perlas del escote, en el cabello, y sus reflejos dorados.
La mirada perdida, altiva y ausente, pero consciente de su belleza y de su posición, mostrando unos pechos fríos que parecen flotar.

Pero sobre todo la incógnita de su identidad, pues no sabemos si se trata de la joven aprendiz hija del pintor, que muestra sus pechos al público en este retrato anónimo, o la ilustre cortesana y poetisa que no escondía ninguna de sus profesiones, ni de sus virtudes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario